lunes, 12 de marzo de 2007

VI. NUEVOS DESARROLLOS DE LA TEORIA PEDAGÓGICA Y SUS REPERCUSIONES EN LA PRÁCTIVA DOCENTE.

Hasta fines del siglo XIX, en el desarrollo de la teoría pedagógica en México, se habían producido dos movimientos que influyeron a una en la organización del país y en la cultura pedagógica del magisterio nacional. En el primero , durante la octava década , destacan Antonio . Castilla y sus partidarios; es el segundo, durante la novena década, Enrique C. Rébsamen y los rebsamenianos, Carlos A. Carrillo ocupa lugar aparte.
Una tercera etapa recorre la teoría pedagógica en México en las dos primeras décadas del siglo XX gracias a la doctrina y obra de Gregorio Torres Quintero y su grupo.

1.El credo Pedagógico de Gregorio Torres Quintero.-Durante y después de la gestión administrativa de Justo Sierra, la teoría y la técnica de la educación recibieron en México nuevo y vigoroso impulso, merced a la acción pedagógica de Gregorio Torres Quintero y su grupo (Celso Pineda, Daniel Delgadillo, Lucio Tapia, Luís de la Brena, Ponciano Rodríguez , José Ma. Bonilla, Jesús Sánchez, José Juan Barroso, Toribio Velasco, Francisco Angulo y oros).
Torres Quintero adquiere relevante personalidad como pedagogo, a la vuelta del siglo. A fines de 1904 se presentó a la comisión encargada de revisar y calificar los libros de texto, una proposición relativa a que se sustituyera en la enseñanza de la lectura el método “Rébsamen” por el libro “Escritura, Lectura” del profesor Gregorio Torres Quintero. La proposición causó gran revuelto en los círculos magisteriales, como quiera que el prestigio de este último se había ido afirmando desde fines del siglo XIX. Pero la pedagógica disputa era en el fondo una controversia acerca de un tema particular. En lo fundamental, la doctrina pedagógica de Torres Quintero no difería del credo educativo de Rébsamen y los rebsamenianos, bien que la nueva corriente ofrecía y desarrollaba algunas ideas, relativamente nuevas. Tal hecho vino a conformarse por la circunstancia de que se produjo una aglutinación muy provechosa entre los rebsamenianos y los jóvenes pedagogos de la época.
Como todos los grandes pedagogos, Torres Quintero bosqueja su pensamiento educativo a la luz de una reforma trascendental. El Estado moderno, se hace, representante de la sociedad, puede y debe proteger a los niños contra la ignorancia, pues ésta es el obstáculo de todo progreso. El Estado tiene designado, como protector de los intereses generales, de asegurar el orden social… ¿de qué manera? Multiplicando los planteles educativos u haciendo obligatoria, gratuita y laica la enseñanza elemental. La escuela gratuita abre sus puertas a todos, pobres y ricos, la escuela laica abre sus puertas a los niños y a todos los cultos, y para ello el legislador ha excluido de la enseñanza toda instrucción religiosa y no ha autorizado más que la instrucción moral universal, independientemente de toda religión positiva. La enseñanza obligatoria en ella, crea de manera eficaz la conciencia cívica y política del pueblo.


La instrucción obligatoria es un presupuesto imprescindible de un Estado democrático; por ello, es suicida el abandono en que se hallan las escuelas rurales. ¿Por qué los niños de los centros urbanos disfrutan de mejor enseñanza que los niños campesinos? ¿No son niños mexicanos los que habitan los campos y las aldeas? En un pueblo republicano y democrático como el nuestro, no debe haber escala diferencial de derechos, y sin embargo, ante la instrucción unos son privilegiados, parias los otros. Siquiera los habitantes de los campos fueran en menos número, pero entre nosotros donde son pocas las poblaciones de importancia, el mal es profundo. Los filántropos o los que dirigen la cosa pública, tienen a este respecto una grande obra que emprender.
Para lograr tan altos objetivos, la escuela ha de transformar asimismo sus tradicionales procedimientos de enseñanza. Ha de asentarse sobre un conocimiento real de las cosas y de las relaciones sociales. Ahora bien, esta orientación, apellidada enseñanza objetiva, o enseñanza intuitiva, como preferían los marla Torres Quintero y su grupo, alcanza sus profundos propósitos cuando es atractiva y amena para los niños. En la educación decía Torres Quintero, el rigorismo de otros tiempos ha caído en descrédito. El placer de la enseñanza es un placer indispensable del buen método. “Jamás el miedo ha fundado una verdadera disciplina. Podéis obtener una obediencia pasiva, un respeto hipócrita, una cortesía estereotipada, una actividad maquinal, un trabajo forzado… pero ¿os han dado un rebaño de parias para que reglamentéis su instinto servil? ¡No, mil veces no! ¡El tesoro que os han confiado es por excelencia caro: se han entregado una pléyade de niños, de personas humanas , para que hagáis de ellos lo más digno, es decir, hombres, es decir, ciudadanos de una democracia.
La objetividad y la amenidad en el aprendizaje, por otra parte, se fortalecen y completa, por modo admirable, con el procedimiento cíclico en la enseñanza. Esto quiere decir que el aprendizaje ha de representarse a manera de una señal de círculos concéntricos. El método cíclico consiste en comenzar la enseñanza dando a conocer los puntos culminantes, que servirán de centro, para agregar en torno de ellos, a grandes rasgos, otros hechos de importancia, hasta completar el primer ciclo. Al año siguiente vuélvase a recorrer el mismo camino, pero con más estaciones, con algunos detalles, procurando llenar las grandes lagunas con nuevas noticias; y así se procede en los ciclos sucesivos, volviendo al centro y partiendo de él a la periferia con mayor lentitud y reflexión.
Empeñoso y fecundo didáctico, Gregorio Torres Quintero concibió, asimismo, un método para enseñar a leer y escribir, que vino a ganar la simpatía de maestros nacionales y extranjeros. Completa el método fonético de Rébsamen introduciendo un nuevo elemento –la onomatopeya-, que junto con el empleo de cuentos en la enseñanza de cada letra, hace el procedimiento atractivo y agradable para los niños. Pero en dicho método predomina el aspecto sintético, porque con los sonidos forma sílabas y luego con éstas gorma palabras en el aprendizaje de lectura y escritura.
El credo pedagógico de Torres Quintero se orientó siempre en la búsqueda de nuevas ideas. Así lo confirma un admirable hecho: en los últimos años de su vida pudo apropiarse y verter en su propia doctrina los principios fundamentales de la enseñanza activa. El aprendizaje por la acción significa un esfuerzo interior del niño, gracias al cual éste, por fecundas y propias experiencias, adquiere nuevos conocimientos y destrezas, nuevos hábitos y formas de conducta. La enseñanza oral, o elocutiva, ha venido a marcar, dice Torres Quintero, una etapa de progresos, por que a la enseñanza libresca sucedió la enseñanza hablada. El maestro sustituyo al libro. Pero también este tipo de enseñanza es deficiente: del maestro tomador de lecciones se pasa al maestro dador de lecciones. El niño era lector; ahora es oidor. En ambos casos asume el educando una actitud pasiva. La escuela de la acción supera ambas tácticas. El verdadero maestro no debe ser tomador de lecciones ni dador de lecciones. El maestro debe ser promotor de experiencias. “En la obra de la educación nada debe ser único; ni el niño, ni el maestro, ni el libro. En ella todo se realiza por un conjunto de factores hábilmente combinados, y son el niño activo, el maestro director y el libro de texto comprobador…

TORRES QUINTERO, MAESTRO Y FUNCIONARIO

Torres Quintero tuvo una acción pedagógica destacada. Como maestro de escuela primaria, adquirió variación e importantes experiencias, gracias a las cuales pudo redactar provechosos y muy leídos artículos: acerca de educación física e higiene, sobre lecciones de cosa y cultura musical, en torno de las prácticas cívicas y morales de la escuela; en fin, referentes a la lengua y literatura españolas, a geografía e historia, aritmética y geometría. Toda su práctica pedagógica concuerda a satisfacción con su doctrina de la enseñanza intuitiva, conforme a la cual hay que partir de las representaciones inmediatas o de ejemplos concretos.
La obra literariopedagógica de Torres Quintero puede dividirse en dos campos:
a) Obras de doctrina y crítica pedagógicas, que comprenden: artículos publicados en las revistas La Educación Moderna (Colima), La Educación contemporánea (Colima), Yucatán Escolar, La enseñanza Primaria (el más importante; en México) y Educación (México); y los libros: Por las Escuelas Norteamericanas (Notas de viaje), Polémica sobre los Métodos de Lectura, Artículos pedagógicos y Carlos A. Carrillo (arreglo en la colaboración con Daniel Delgadillo).
b) Libros Escolares: Método Onomatopéyico de Escritura Lectura, El Lector Infantil Mexicano, El Lector Enciclopédico Mexicano, Una Familia de Héroes, La Patria Mexicana (primero y tercer ciclos), Leyendas Antiguas Mexicanas, Escrituras intuitivas sobre Vegetales útiles, Primer Libro de Recitaciones aplicadas a la Educación, El Primer Año (Método ecléctico para la enseñanza de la cultura), México hacia el fin del Virreinato Español, Antecedentes sociológicos del Pueblo Mexicano.
En la práctica docente recomienda con insistencia la preparación de las clases. El buen maestro no debe nunca presentarse ante sus discípulos sin haber meditado sobre las lecciones del día, sobre su contenido, sobre la manera de hacerse más comprensible. No es preciso que el maestro dé sus lecciones sin apartarse ni un punto de cómo las ha concebido; frecuentemente se verá en la necesidad de variarlas y muchas veces hasta de suprimirlas, sustituyéndolas por otras que se ve precisado a improvisar con cualquier pretexto o circunstancia. Pero eso no destruye en precepto. Como autor didáctico, hábil y prolífico, destacó en los dominios de la historia patria y en la redacción de libros de lecturas. Las ediciones de cada uno de sus libros didácticos son numerosas.
Desde principios de siglo ocupó cargos de funcionario en el Ministerio de Educación, y en ellos colaboró activamente en la mejora de la instrucción pública. Fue confundidor y primer presidente de la Sociedad de Profesores Normalistas de México, fundada el 6 de enero de 1900, y cuya tarea definió en estos términos: “Nuestra sociedad será un centro de estudio y de emulación; jamás añadiremos a él sin haber antes leído una página de nuestros libros favoritos, y tampoco saldremos de él sin una idea nueva, sin una reflexión más, o sin haber fortalecido, corregido o transformado las que ya teníamos”.
“Si es indiscutible la importancia de nuestra sociedad, hagamos votos, mis queridos compañeros, porque siempre sea lo que hemos deseado: un santuario de amor fraternal y un laboratorio científico”.
Muchos e importantes puestos públicos desempeñó Torres Quintero. Una es que obtuvo el título de maestro en Colima, fue encargado de la Escuela Primaria Anexa de Liceo de Varones de Colima (1883). Más tarde estudió, presionado por el Gobierno colimense, en la Escuela Normal de México en donde fue titulado en 1891. Después organizó y dirigió en Colima la escuela modelo “Hidalgo”. En este mismo Estado llegó a ser Inspector general de Instrucción Pública.
En 1898 es llamado a México por su reconocido prestigio. Aquí fue funcionario por muchos años en la Dirección de instrucción Primaria. El ministro licenciado José María Pino Suárez, lo puso al frente de la sección de Instrucción Rudimentaria. En 1916, fue llevado a la Jefatura del Departamento de Educación Pública en el Estado de Yucatán, y en 1919, se le designó Consejero Universitario en el Estado de México. Finalmente, además de haber tenido con éxito sobresaliente cátedras en escuelas normales y preparatorias, se le confirieron muy honrosas comisiones.
Torres Quintero es un ejemplo excepcional de supervivencia científica. Hasta 1923, en que hubo en México ya una suficiente información de la pedagogía activista, como ya se dijo, Torres Quintero supo adaptarse a ella y conciliar con ella su pensamiento pedagógico.

EL GRUPO

En torno de Torres quintero se fue formando un laborioso grupo de maestros, que muy pronto destacaron en los círculos profesionales de México. Todos ellos estudiaron con manifiesto y plausible empeño problemas concernientes a la teoría y práctica de la educación. Al cabo de pocos años, el selecto grupo se convirtió, bajo la influencia, perceptible y creadora, de Torres Quintero, en “el núcleo productor de obras escolares más importantes que ha tenido México”.
Celso Pinedo se ocupó de inmediato, con gran celo, de los problemas de la educación física e higiene y, a decir verdad, considerando este aspecto de la pedagogía en sus íntimas relaciones con la formación integral del educando. Después laboró con buen éxito en la didáctica especial, particularmente en los dominios de la lengua y literatura.
Daniel Delgadillo ocupa un lugar honroso en la perdagogía mexicana. De formación enciclopédica, penetra siempre con profundidad en las diferentes zonas de la didáctica general y especial. En la metodología de la lengua nacional, declara que la gramática no es el medio más a propósito para la adquisición del lenguaje bueno ni malo, y a despecho de los clásicos de la rutina agrega, hemos acabado de los estantes de la escuela elemental los Herranz y Quiroz y Academias, poniendo, en el lugar que dejaron, ricos y variados ejercicios, ora en la clase de lectura, ora en la de lecciones de cosas, o bien especiales sobre el idioma.
En la didáctica de la geografía se pronuncia en contra de la enseñanza tradicional impartida con exceso de abstracciones. La geografía, dice, no es una simple enumeración de poblaciones y accidentes físicos (como hasta aquí se ha enseñado), sino la descripción total o parcial de la Tierra. Como trabajo de descripción es indispensable relacionar entre sí las montañas, los ríos, las lagunas, las ciudades, los pueblos, etc., en sus posiciones, distancias y el papel fisiográfico que desempeñan. Como trabajo de descripción será menester comenzar por el conjunto, por el todo, y descender paso a paso a las partes, a los detalles.
En matemáticas, particularmente en geometría, recomienda los procedimientos intuitivos; esos procedimientos que no requieren terminologías complicadas y que permiten captar las verdades por medio de los sentidos, al par que agradan y divierten.
Daniel Delgadillo es, como Torres Quintero, un pedagogo de probada supervivencia intelectual. Supo en los últimos años de su vida conjugar sus convicciones con las nuevas doctrinas pedagógicas. Aún sus libros didácticos figuran en las listas oficiales de textos.
Lucio Tapia se distinguió en los problemas de la enseñanza de la moral para la cual se sirvió hábilmente de historietas.
Luis de la Brena propuso fértiles y oportunas ideas acerca de la moral y el civismo; combatió con decisión el verbalismo en la enseñanza; escribió y aún escribe, sobre importantes tópicos de la historia de la educación en México, y se ha destacado en los últimos años en la doctrina y práctica la Inspección escolar.
Ponciano Rodríguez se ocupó de temas de pedagogía general; discurrió con acierto en los problemas relativos a los libros de texto en la escuela primaria (el libro, decía, no es el alma de la escuela, pero sí un auxiliar poderoso para el maestro), y trató no pocos asuntos acerca de la didáctica de las ciencias naturales. En los últimos años fue catedrático de matemáticas en instituciones de segunda enseñanza.
José Ma. Bonilla ha sido un maestro y pedagogo preocupado siempre por la enseñanza rural, y un sincero y resuelto defensor de la raza indígena. Ya a principios del siglo pedía escuelas de internado, obligatorias en todos los pueblos de la República, para cultivar a los niños de raza indígena de cuatro a quince años de edad. Puede agregarse, además, que ha sido uno de los demás destacados pedagogos de la moderna educación rural en México.
Toribio Velasco se reveló pronto como un conspicuo pedagogo. Con gran cara trató, desde sus primeras publicaciones, temas de educación estética y moral. Como funcionario, se ha distinguido siempre por su rectitud y eficacia.
Jesús Sánchez continúa, en el nuevo grupo, la tradición pedagógica a favor de la mujer; Francisco Angulo quiere llevar el método intuitivo a la instrucción cívica; Enrique Estrella cultiva la didáctica de la lengua y literatura; José Juan Barroso hace mofa de los viejos métodos disciplinarios (orejas de burro, la picota, etc.); en fin, José Gallo Suárez, Amadeo Guillemín, Juan Arzúa, José M. Mendoza, Leopoldo Pardavell, Victoriano Guzmán, Hesiquio Chávez, Herminio Torres y otros, colaboraron en esta obra de renovación.
Durante este período destaca también Julio S. Hernández. Orientado en la pedagogía positiva, labora sin descanso en pro de la mejora de la educación. Arma grupo aparte con los maestros Manuel Mª Zayas, Francisco López Rodríguez, M. Noreña Cervantes, Julián Sáenz, Leopoldo de la Barreda e I. Ramírez, Julio S. Hernández publicó la importante revista El Magisterio Nacional 1904). Fue, además, autor de numerosas obras pedagógicas, cuyas ideas, sobre esto en el dominio de la didáctica, fueron objeto de reiteradas polémicas.

ALBERTO CORREA Y LA ENSEÑANZA NORMAL EN LA PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XX

Durante la primera década del siglo XX, la Escuela Normal tuvo sólidos perceptibles avances. Muerto Enrique C. Rébsamen, siendo Director General de la Enseñanza Normal, fue designado para este cargo el profesor Alberto Correa, en 1904.
El nuevo Director de la Enseñanza Normal se encontró con un problema de realizaciones, pergeñado por el maestro Rébsamen en el breve espacio que permaneció al frente de este cargo. De inmediato puso en práctica en todas sus partes el plan de estudios de la Escuela Normal de Profesores, promulgando desde mediados de 1902, y, conforme al cual, según se ha practicado ya, habría dos clases de maestros: de Instrucción primaria elemental (con cuatro años de estudios) y de Instrucción primaria superior (con seis años).
Este plan de estudios consistía un acierto; organizaba correctamente los estudios de pedagogía dividiéndolos en dos series de cursos: de pedagogía empírica (antropología pedagógica, incluyendo la psicología aplicada, metodología general, organización escolar e historia de la pedagogía) y de técnica de la enseñanza, llamada metodología aplicada. Los cursos de pedagogía teorética habrían de impartirse en seis años; los de metodología especial o técnica de la enseñanza en cuatro.
Las asignaturas de cultura general constituían un elenco bastante completo, sólo la historia general y patria se daban en una extinción insuficiente. Además, el plan de estudios descuidaba la formación filosófica del alumno.
Para unificar la enseñanza de la pedagogía el plan de estudios, en su artículo 7º, indicaba que periódicamente habrían de celebrarse conferencias pedagógicas bajo la presidencia del director de la escuela o del profesor de pedagogía a quien aquél designara. La asistencia a estos actos seria obligatoria: para los profesores de pedagogía y metodología aplicada, para el director, subdirector, profesores ayudantes de la escuela anexa y para los alumnos normalistas de tercero, cuarto, quinto y sexto años de estudios. En estas conferencias se impartían lecciones modelo y lecciones de prueba, con la crítica pedagógica correspondiente; se presentarían disertaciones sobre temas pedagógicos, y se discutirían cuestiones relativas a asuntos de educación en general o de enseñanza primaria en particular.
Alberto Correa hizo de la enseñanza normal un centro de atracción pedagógica en México. Decía, con acierto, que la escuela normal era la institución por excelencia donde deberían regir los mejores métodos y procedimientos de la enseñanza. Generadora de maestros, ha de llevar su influjo vivificador a los demás organismos escolares. Todos los actos de su profesorado deben revelar aptitud pedagógica, y en la redacción de los programas, en la disciplina, en la cátedra y hasta en su conducta personal, mostrará que conoce el alma rentud, que sabe dirigirla y que sabe amarla; su ciencia, su habilidad para transmitirla y su vocación, estarán siempre hermanadas. Y todo esto adhiere en las escuelas normales, y con ese fin fundó nuestro Gobierno los planes de esa clase que existen en la ciudad de México.
Logró en alta medida tan plausibles propósitos, secundado, en primer termino, por la directora de la Escuela Normal para Maestras, señorita Rafaela Suárez, y por pedagogos como Ramón Manterota, Enrique Paniagua, Marcos Becerra, Clemencia Ostos Carballo, Juan R. Orcí, Abraham Castellanos, Dolores Correa y Zapata, Leopoldo Kiel, Luís Muillo, Lucio Cabrera y Luís H. Faroy, director, a la sazón, de la Escuela Práctica Anexa a la Normal de profesores de México.
Alberto Correa fue eficaz organizador. En buena medida se le debe la creación de las misiones pedagógicas en el extranjero, encargadas de obtener una información de primera mano acerca de la vida educativa en los países más entajados en el mundo. Rendimientos dignos de mención en esta suerte de inemaciones fueron proporcionados por Félix F. Palavicini y Juan León. También se debe a Alberto Correa la fundación de la revista pedagógica “La Enseñanza Normal”, que durante muchos años fue un órgano loable por muchos sentidos en este tipo de publicaciones.
En 1908 fue modificado el plan de estudios. Decretó la Ley Constitutiva de las Escuelas Normales Primarias de 112 de noviembre de 1908, que la educación dada en dichos establecimientos se impartiría tan sólo en cinco años y no habla dicha Ley de las dos clases de maestros (de primaria elemental y de primaria superior); en cambio, indica que en la Escuela Normal Primaria de Maestras, se crea la carrera de Educadora de Párvulos, para cuyo efecto se modifica para ella el plan de estudios, de modo que comprenda el conocimiento práctico y teórico de los Jardines de Niños.
En el artículo 9º de la propia Ley se dice que, además de los estudios para obtener el grado de maestro normal primario, se establecerán, con el carácter de voluntarios para los alumnos normalistas, cursos de tres lenguas vivas extranjeras y otros superiores, para los que hayan terminado su carrera de maestros y deseen perfeccionar sus conocimientos, a fin de aspirar al supuesto de profesores de las escuelas normales.
Dichos estudios superiores comprenderían, con más amplitud que la que tengan los demás de las escuelas normales primarias, las asignaturas a cuya enseñanza superior quiera dedicarse el alumno de que se trate y las directamente afines, así como in extenso las metodologías relativas a dichas asignaturas y la filosofía de la educación.

ABRAHAM CASTELLANOS Y LA TRADICIÓN REBSAMENIANA

La doctrina y las realizaciones de Enrique C: Rébsamen perviven por manera lúcida e influyente bien que remozándose, en el notable pedagogo Abraham Castellanos, durante las dos primeras décadas del siglo XX.
Como Torres Quintero, Abraham Castellanos (1872-1918) actúa en dos épocas: en el último decenio del gobierno del General Díaz y en la inicial etapa de la Revolución Mexicana. En la primera la obra de Castellanos se caracteriza por ser una exposición admirable y llena de fértiles sugerencias, de la doctrina de Rébsamen. En la segunda, adquiere su pedagogía los perfiles de una reforma social a la luz de una ideología reivindicadota de los derechos del pueblo. Ya en 1897 aparece su libro Organización escolar; después; Metodología especial (1904); Pedagogía de Rébsamen (1905); El Criterio sobre Métodos de Escritura (1908); Benito, libro de lectura mecánica (1908);la Enseñanza del Lenguaje (1911); Discurso a la nación Mexicana (1913); Teleología especial (1917; Conferencias histórico-pedagógicas (1917).
En el orden a la naturaleza y fines de la enseñanza, Castellanos trata de relacionar, conforme al pensamiento de Herbart, los conceptos de instrucción y educación. Este último término quiere decir desarrollo, desenvolvimiento. Su función consiste en desenvolver de manera gradual y progresiva las facultades todas del hombre (educación general). La instrucción consiste, en cambio en la adquisición de conocimientos. Pero en cuanto se enseña al niño, el maestro pone en ejercicio las facultades intelectuales de aquél, y las desarrolla, por lo que resulta que la instrucción es un medio de la educación intelectual.
La enseñanza tiene tres fines:
a) Material, o instructivo;
b) Formal, o educativo;
c) Ideal , o regulador:

El maestro debe forma por medio de la enseñanza, no solamente hombres ilustrados, sino también hombres buenos, de elevados y nobles sentimientos y de carácter firme y generoso.
En la metodología general (didáctica) desarrolla con tino la doctrina de Rébsamen; pero profundiza con manifiesta erudición y original empeño la teoría de los métodos, las formas y los procedimientos de la enseñanza.
Entiende por método el arte de unir el objeto de la enseñanza al sujeto de la misma. Las formas de la enseñanza son:
a) La expositiva.
b) La interrogativa.
A cuatro reduce las llamadas marchas del aprendizaje;
a) La analítica;
b) la estética;
c) La progresiva;
d) La genética.

Los procedimientos o modos de la enseñanza son de tres especies.
1.-DE EXPOSICIÓN.
Intuitivo
Comparativo:
a) Analógico;
b) Antitético;
Demostrativo.
Etimológico.
Tabular.
Mnemónico.
Gráfico, etc.

2.- DE APLICACIÓN O DE PRUEBA:
De reproducción.
De copia.
Imitación.
Invención, etc.

3.- DE CORRECIÓN:
Individual
Simultáneo.

Un gran acopio de observaciones ofrece su Metodología especial, libro dedicado “a la memoria del eminente pedagogo don Enrique C. Rébsamen”. En el se ocupa minuciosamente de todos los ramos de la enseñanza (primera parte), de temas fundamentales de organización escolar y legislación educativa (segunda parte).
Castellanos perteneció al grupo de los intelectuales de avanzada. Ya en 1909 se pronunció de manera resuelta a favor de las ideas revolucionarias. Para formar patria, el secreto está, decía, en la educación de las masas populares. Por ello, uno de los grandes de la educación en México, reside en la educación integral del indio por medio de la escuela rural.

En 1913 aparecieron sus discursos a la Nación Mexicana que, como los Discursos a la Nación Alemana, de Fichte, eran una llamada a todas las clases sociales para reconstruir la patria sobre bases justas y progresivas. “tenemos que formar la nacionalidad, porque la división de las razas originadas por la ignorancia y fomentada por el egoísmo es mayor peligro que el poder extranjero”. Tal rehabilitación, empero, requiere una nueva educación, con nueva educación, con nuevos maestros y nuevos tipos de escuelas. “cuestan menos cien maestros que un cañón.”
Como hombre público –fue diputado por su Estado natal, Oaxaca- sostuvo con firmeza y con buen éxito su credo pedagógico. La muerte le sorprendió laborando en la “Escuela Rébsamen”, que había fundado en Pachuca para formar maestros que continuaran, con él, la obra benemérita de aquel ilustre pedagogo. Murió demasiado pronto para poder ver realizados sus grandes y confiables propósitos, que algunos de los gobiernos revolucionarios se encargarían de promover.

LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA EN ESTA ÉPOCA

La enseñanza elemental urbana fue perfeccionado también en esta época. Para completar la cultura pedagógica de los maestros en servicio se organizaron conferencias, que más tarde se convirtieron en Academias de Profesores (septiembre de 1904). Estas eran juntas periódica de maestros en donde, bajo la Dirección General de Instrucción Primaria, se leían, comentaban y discutían trabajos de carácter pedagógico.
El rendimiento de las Academias durante esta época, fue provechoso. No sólo sirvieron para poner en contacto a los maestros en ejercicio y capacitarlos en muchos aspectos de la profesión; muchos de sus trabajos fueron motivo de investigación pedagógica en el más castizo sentido del término.
De estos acontecimientos y otros informa la célebre revista pedagógica “La Escuela Mexicana”, órgano de la Dirección General de Instrucción Primaria, que comenzó a publicarse el 1º de marzo de 1904. Fue creada para compilar y dar a conocer al personal docente y administrativo de las Escuelas Primarias Oficiales, todas las disposiciones relativas al buen régimen y marcha regular técnica y administrativa de las mismas. Constaba de cuatro secciones: oficial consagrada a la publicación de leyes, reglamento, circulares, disposiciones de carácter general y asuntos referentes a la Academia de Profesores; administrativa, en que se daban a conocer las instrucciones metodológicas y disciplinaria, referentes a la organización pedagógica de las escuelas, y de variedades en que se publicaron estudios pedagógicos generales y especiales, noticias importantes para el magisterios y notas bibliográficas acerca de las obras escolares enviadas a la redacción, aunque sin producir juicio crítico ni comentarios de ninguna especie sobre ellas. Las disposiciones y demás documentos relativos que aparecían en las secciones oficiales, administrativa y técnica eran de acatamiento obligatorio, por ese solo hecho, para los miembros del magisterio oficial.
Los profesores José Abel Ayala y Daniel Delgadillo fueron los secretarios de redacción de esta revista.